LA ESCRITURA ES ASÍ
Todas las persianas bajadas,
me refugio del tormentoso
y desquiciante sol
de un estúpido martes
a las 4:21 de la tarde.
Las 4:21, una hora absurda
se mire como se mire.
Nada interesante suele ocurrir a estas horas,
sólo estupideces insípidas y banales:
El frigorífico ha dejado de funcionar,
la cafetera hace un ruido horrible,
me he quedado sin whisky
y está haciendo tanto calor que el culo
se me está quedando pegado a la silla.
Y por si esto no fuese suficiente,
ha aparecido ella.
Una mosca gorda y tediosa que revolotea
por mi cabeza con una arrogancia
y desfachatez insultante.
Empiezo a odiarla;
quiero acabar con ella,
no la soporto más.
Todos mis deseos
se centran en aniquilarla.
Tras unos minutos dando vueltas,
se confía durante unos instantes
y se posa sobre la mesa.
Puedo ver cómo la muy puta
se limpia la cara usando
las patas delanteras.
Agarro mi último libro de poesía
y lo dejo caer sobre ella.
La reviento contra la madera;
muere en el acto.
Se queda con las alas encogidas,
las cuatro patas destrozadas
y con algo blanco y viscoso
saliéndole por el culo.
Escribo un par de tristes poemas
con su cadáver justo
entre mis manos.
La escritura es así:
por regla general, sea como sea,
siempre deja algún cadáver.