AL PERRO HAMBRIENTO DE LA HABANA
Un perro hambriento
y con la piel llena de heridas
se arrastra entre mesa y mesa
en un bar de la Habana.
Lo veo y mi mundo se detiene.
¿Por qué he tenido que verlo?
Ya no siento hambre,
ya no siento calor,
mi dolor de cabeza ha cesado,
mi resaca me ha abandonado,
incluso me he olvidado
de la preciosa camarera
que, con su voz tierna y amable,
me ha preguntado sobre el libro
que tengo sobre la mesa.
Ahora sólo existimos él y yo.
Aparto más de la mitad de mi plato
y se lo echo en el suelo.
La gente me lanza sus peores
e inquisitivas miradas de odio
porque ese sucio perro
está comiendo junto a ellos.
Un sucio perro comiendo
junto a sucias personas,
pero ellos no ven
su propia mierda.
Le acaricio la cabeza,
él me mira con una mezcla
de ternura y miedo
a partes iguales.
Se lo come rápido
y le echo la otra mitad de mi plato.
Una vez que acabó con todo,
me volvió a mirar,
se relamió, agitó el rabo
y se tumbó junto a mis pies.
¡Ay esa cara de satisfacción!
no habría forma alguna
de describirla con palabras.
Yo apenas había comido,
pero os aseguro que sólo con mirarlo
me hacía sentir más lleno que nunca.
BAR ANTOJOS.
CUBA [LA HABANA]
2021, Diciembre.