PREGÚNTALE A LA CIUDAD
Un hombre de unos cincuenta años
que vivía solo en el bloque de enfrente
se ha quitado la vida un miércoles
a las cinco de la madrugada.
Saltó desde su cuarto piso
y se reventó la cabeza
contra el asfalto.
Desde mi ventana se podía
ver el cuerpo del hombre
reposando sobre un gran
charco de sangre.
A pesar de la hora,
un centenar de vecinos
bajaron de sus casas
y se reunieron
alrededor del cadáver.
Algunos,
los más hipócritas,
incluso lloraban.
Rápido vino una ambulancia
y se llevaron su cuerpo.
A la mañana siguiente
apenas quedaba nada de él,
simplemente una leve
mancha rojiza.
Una multitud de personas
caminaban sobre
sus últimos restos
y nadie le prestaba
la más mínima atención.
Todos pisando
su cadáver,
su sangre,
su tumba.
Hasta un perro lo olfateó
durante unos segundos
y luego se meó encima.
Las calles son expertas
en hacernos sentir
efímeros.
Si alguna vez
te sientes eterno,
si alguna vez
te sientes especial,
si alguna vez
te sientes importante,
pregúntale a la ciudad:
ella te mostrará
la respuesta.